Hoy hace tres años partí de México hacia Europa haciéndole caso a mi intuición. Aquí, viviendo nuevamente como inmigrante y experimentando todo lo que esa condición significa para un ser humano en este mundo, me reencontré felizmente con la meditación, con el Budismo y conmigo misma de una manera más profunda y auténtica. ¡Estoy feliz por eso! Para festejar a mi intuición, a la cual siempre termino dándole las gracias tarde o temprano, quiero compartir con ustedes un fragmento del libro «Cambia tu mente» de Paramananda.
Gracias, Venezuela. Gracias, México. Gracias, UK. Gracias, Cataluña. ¡Gracias, mi gente!
«Imagina cómo sería meditar todas las mañanas durante diez años seguidos; empleando cierto tiempo todas las mañanas en el desarrollo de la conciencia y del sentimiento de amor incondicional (metta). Seguro que la meditación va a tener un profundo efecto en ti, aunque pasaras la mayor parte del tiempo luchando contra los obstáculos [tus estados mentales negativos]. Al estar realizando ese esfuerzo, vas a ser una persona muy distinta de la que de otra manera hubieras sido. Lo que hacemos nos afecta. Es esta una verdad simple, pero vital. Si nos complacemos con los aspectos negativos de nuestra persona, estos crecerán. Si conscientemente estimulamos los aspectos positivos, incluso esporádicamente, estos crecerán. Esta es la oportunidad más básica de la que disponemos como seres humanos. Podemos recrearnos a nosotros mismos, o bien podemos permitir que las fuerzas negativas existentes dentro y fuera de nosotros nos moldeen a su gusto. Al afirmar nuestro compromiso con la meditación [y con el cultivo de emociones positivas como la compasión], estamos afirmando aquello que es más humano y valioso en nosotros: el deseo y la habilidad de cambiar de una manera consciente y positiva. Este es, con toda seguridad, el valor primordial de la vida humana; es lo que nos hace realmente humanos.»